martes

Autenticidad es estar siempre abierto

Wim Mertens, compositor
IMA SANCHÍS - 01/03/2008

ExtrañoQuizá, uno de los personajes más extraños que he conocido, me costó entenderlo. Ni su vida ni su música son corrientes, hay en él una búsqueda de autenticidad. A los 5 años tocaba el piano y la guitarra de maravilla, de los 8 a los 18 se formó como músico, luego abandonó hasta que tuvo algo que decir. Se le encasilla dentro de la new age, algo que a este saltador de límites debe de irritarle, pero no lo demuestra. Autor de música para películas - El vientre del arquitecto, de Peter Greenaway- y de 25 álbumes, le interesa el directo, donde su piano y sus sonidos vocales conversan con otros instrumentos. El 5 de marzo actuará en el Palau de la Música junto con la violinista Gudrun Vercampt.

55 años. Nací en la parte holandesa de Bélgica y vivo en Bruselas. Estoy graduado en Ciencias Políticas y en Musicología. Soltero, sin hijos. Hay una injusticia global, una política muy agresiva, es básico encontrar la propia perspectiva. La música es vehículo para la trascendencia

¿A qué suena el mundo actual?
La verdadera música escapa a las categorías. Pues nos venden a cada músico en su apartado. La música es un idioma que a veces puede ser muy conservador, recae en las propias tradiciones, pero también puede ser una línea de escape personal y colectiva. La música va directa a las emociones. Yo no quiero afectar a la gente de manera emocional. Mi interés es la interconexión entre personas a través de la música, y eso sólo se puede dar cuando la música llega a su límite, a su expresión máxima.

¿Qué es eso?
Lo emocional de la música es precisamente traspasar el límite; cuando ya no se puede categorizar, entonces todo es más caótico pero también más libre. Busco lenguajes puros.

¿Le parezco muy abstracto?
Sí. Si me permite, le explicaré cómo llegar al límite. Es muy importante redescubrir el elemento vocal. Un instrumento puede ser muy hermoso, pero es algo externo al cuerpo, algo que usamos, mientras que la voz es el propio cuerpo. La voz es el punto de partida de cualquier música: traducimos a otros instrumentos los sonidos de nuestra voz, lo que llevamos en el interior. Usted emite sonido y no palabras…
Yo soy belga, y allí conviven el holandés, el alemán y el francés. A mí me interesa el ritmo de las sílabas, de las palabras, y eso me permite un lenguaje poético y universal, porque usamos la lengua como instrumento pero la voz es lo auténtico.
Es usted extraño, ¿qué le conforma?
Los momentos importantes de mi vida han tenido que ver con puntos de ruptura. Yo, de hecho, hui de la música, no quería ser un profesional. A los 18 años, tras diez años de estudio, decidí abandonar la música.

¿Por qué hizo eso?
Quise estudiar Ciencias Políticas para indagar por qué cada época está definida por una manera de hacer arte. A los 28 años volví a la música, tenía la necesidad de decir algo.

¿Qué?
Trato de buscar ese algo evidente que hay en la música y que se ha olvidado. Antes, la astronomía, la matemática y la música iban juntas, formaban parte de un mismo misterio. Luego aparecieron los pitagóricos y se olvidaron de la música, que pasó a ser algo exclusivo para músicos. Con el tiempo, la música fue utilizada por poderes políticos y religiosos. El último grupo de poder que la ha utilizado han sido las discográficas. Parece que el futuro no será suyo. Una cantante puede colgar su música en internet, ya no hay dependencia de la industria, y eso es mucho más interesante.

¿Sigue usted descubriendo cosas nuevas cuando toca en directo?
La música sólo existe cuando se está tocando. Lo interesante de la música está en ese riesgo del directo. Cuando yo estoy tocando el piano junto a una persona que toca el violín, hay creación, y ese elemento de interactividad es lo que podemos compartir los músicos con el público, piénselo. …
Tomamos cientos de decisiones a la vez y eso es algo que el publico reconoce, todas esas proyecciones simultáneas. La gente va a un concierto porque ese momento único le da energía. Pero vayamos más allá... Vayamos... Cuando cualquiera de nosotros emite un sonido, siempre hay un eco. Todos lanzamos nuestros sonidos y no sabemos cuál será la respuesta, por eso estamos tan expuestos y somos tan frágiles. La fuerza y la expansión están en el intercambio. Apunta usted a un futuro donde el nosotros será más importante que el yo. Sí, lo intuyo sin definirlo en exceso, porque las definiciones aprisionan. Lo único que puedo decir con seguridad es que dentro de este concepto nuevo de comunidad lo importante es expresar cómo se siente uno, ya que de todas formas estamos continuamente emitiendo información con nuestro aspecto, gestos y muecas.

¿Y?
Compartirlo es lo único que podemos esperar, lo único que podemos hacer, pero hay que llevarlo al límite.

¿Ir al límite significa ser auténtico?
Sí, esa necesidad de comunidad siempre va ligada al deseo de ser auténtico. El problema es cuando ser auténtico se considera un absoluto y pierde la relatividad.

¿Qué relatividad?
La de cada momento, autenticidad es estar siempre abierto. Lo mejor que podemos esperar es hallar nuestra voz propia, pero no de forma aislada sino en comunidad; es ese disparo al vacío en espera de respuesta, ese es el mayor bien que como sociedad podemos tener. Entonces, lo que ves es lo que oyes, lo que oyes es lo que ves, nada predomina, todo es apertura. Entonces, la música enlatada no tiene sentido en su discurso. No lo tiene, pero aquí estamos hablando de algo que está más allá de la música, y percibo que todo está formado por los mismos elementos, y eso es lo que busco: la conexión entre lo cotidiano y la música.

¿Qué merece la pena en la vida?
La complejidad. El recuerdo de esta conversación se plasmará en algo que haré en el futuro: esta es la conexión que nunca tenemos en cuenta. Tenerla en cuenta marca la diferencia entre estar dormido y despierto.

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